La ampolla de Asclepio - Alergias
por Claudia Venturino, psicóloga, psicoterapista y psicodramatista
A lo largo de muchos siglos, filosofía y medicina han compartido la misma tesis: que mente y cuerpo fuesen dos entidades distintas. Platón fue el primer claro sostenedor de esta posición dualística: alma y cuerpo como dos sustancias distintas e independientes. Sin embargo, en la cotidianidad experimentamos cuanto esta afirmación sea falsa, por ejemplo cuando no podemos concentrarnos en el trabajo por cause de un mal de dientes, cuando tenemos ‘ataques’ de mal de panza antes de un examen, etc. Resulta evidente que mente y cuerpo no son para nada entidades separadas.
Así como nuestra mente está condicionada por el bienestar o el malestar físico, sentimientos y emociones también producen una cierta repercusión sobre el organismo. Estas manifestaciones corporales pueden ser episódicas – como un dolor de cabeza en una situación de tensión – o verdaderas patologías complejas, llamadas enfermedades psicosomáticas.
Los desórdenes psicosomáticos se pueden subdividir en dos grupos: primarios y secundarios. Los primeros cuentan con una disfunción biológica que genera la enfermedad, mientras que la componente psíquica influye sobre la patología reforzando el síntoma existente.
En el secundo caso no se puede demostrar alguna disfunción biológica como causa originadora de los síntomas: los conflictos emotivos constituyen el elemento desencadenante de los síntomas somáticos. Se pueden desarrollar de esta manera enfermedades graves cuales la anorexia, entre otras.
Las manifestaciones alérgicas pertenecen al primer grupo: la causa desencadenante es un elemento biológico, el alérgeno, pero las emociones juegan un papel importante en la manifestación y/o duración del síntoma.
La experiencia alérgica es una verdadera estrategia de defensa contra sustancias externas percibidas como extremadamente peligrosas y problemáticas; además, puede originar conexiones inconscientes con eventos dolorosos o cargados de conflictos que pertenecen a nuestro pasado.
Un estudio reciente conducido en Estados Unidos (1) ha demostrado que estrés y ansiedad modulan la intensidad de un ataque alérgico y pueden amplificar la sintomatología, rindiendo los ataques más agresivos y duraderos a lo largo del tiempo. Investigadores creen que una pequeña tensión sea suficiente para empeorar seriamente reacciones alérgicas comunes y corrientes.
Sin embargo hay algo positivo: así como las emociones negativas pueden empeorar la sintomatología alérgica, ¡las emociones positivas pueden mejorarlas! Un inmunólogo japonés condujo una investigación (2) donde experimentó los efectos de emociones positivas sobre sujetos con rinitis alérgicas o con eczema atópico, cuales: escuchar a Mozart, mirar una comedia, hacer el amor, besarse y mimarse. La conclusión que dedujo fue que tales situaciones pueden curar las alergias. La explicación reside en aquellas sustancias producidas por nuestro sistema inmunitario cuando viene estimulado por experiencias agradables. Mimos y risas constituyen, entonces, una manera placentera de solucionar el problema de las alergias.
Para profundizar
1. Estrés y ansiedad pueden empeorar sensiblemente los ataques alérgicos y hacerlos perdurar en el tiempo. Presentation at the annual meeting of the American Psychological Association in Boston.
2. Kimata, H., Kissing selectively decreases allergen-specific IgE production in atopic patients, Journal of Psychosomatic Research 2006; 60: 545-547