El respiro humano ha sido siempre un gran escándalo. Todas las religiones de las cuales la cristiandad se nutrió ubican el origen de la vida en el respiro, el “neuma” de los griegos, el aliento del más allá de los egipcios, etc. La cristiandad nos dio el Espíritu Santo, que debería ser llamado más correctamente el Respiro Santo, porque es ese aliento que en Génesis Dios sopla en la garganta de una estatua de barro. Y también es el aliento con el cual Cristo y sus profetas hacían “Logos” y anunciaban el “Verbo”. Para los antiguos el escándalo del respiro estaba en el hechizo de un soplo que originaba la vida (de la carne, del espíritu) allí donde anteriormente había solamente muerte e inercia – tanto que en t s’aï n sensen (Libro del Respiro) los antiguos egipcios hasta hacen depender la vida del más allá del respiro: pueden completar indemnes el cruce del Reino de la Noche solamente los difuntos que retoman a respirar y se unen sexualmente con la diosa Isis. Otra escándalo entonces: en el Libro del Respiro egipcio el respiro del coito restituye la vida.
Un escándalo más reciente se encuentra en la filosofía de William James quien, hace un siglo, sostenía que el dicho “pienso, entonces soy” de Descartes debiese ser reformulado como “respiro, entonces pienso”. James es el padre de la famosa expresión “stream of consciousness” o flujo de conciencia. Según James este flujo era solamente el término impreciso con el cual venía definido el “stream of breathing”, el flujo del respiro.
A lo largo de los últimos dos años he entrevistado muchas veces Enrica Antonioni, la joven viuda de Michelangelo Antonioni, acerca del último documental del marido: “La mirada de Michelangelo”. Se trata de un corto de 15 minutos dedicado a Mosé del Buonarroti en San Pietro in Vincoli en Roma. Al tiempo de este documental el director, de 92 años, tenía nada más que un ojo para ver (el otro estaba en un estado avanzado de tumefacción) y una mano para gesticular con fatiga. La primera vez que vi personalmente la estatua del Buonarroti fue cuando visité San Pietro in Vincoli junto a Enrica y a la troupe que nos estaba filmando; ese día tuve la impresión que el documental de Antonioni me hubiese mostrado una estatua más vívida de la que tenía frente a mis ojos. Casi ninguno sabe que ese documental ha sido filmado sin sonido; más tarde un técnico del sonido ciego, Mirco Mencacci, agregó la banda sonora. Mencacci supo capturar lo que faltaba a los fotogramas – invisibles para él – imágenes que solamente podía intuir basándose sobre descripciones de amigos y colaboradores. Suya fue la idea de completar la escena donde Antonioni acaricia el Mosé con el ruido que hace el anillo al dedo del director mientras se mueve sobre el mármol. El momento mágico de mis entrevistas con Enrica Antonioni llegó cuando ella contó que Mencacci le había pedido de grabar el respiro de Antonioni. El sonido de este documental es tan etéreo que existe una sola sala cinematográfica en Roma equipada para reproducirlo adecuadamente. Es un efecto tan evanescente cuanto el respiro de Antonioni que acompaña algunas escenas. Después de una vida entera pasada atrás de la cámara, Antonioni se puso en frente al objetivo para dejarnos, cerca de la muerte, la traza de su respiro – el “stream of breathing” – que alimentó todas sus obras de arte.
Gian Balsamo enseñó literatura en la Stanford University, Northwestern University y en la American University of Cairo.